La campaña anti-turca lanzada por el Kremlin es prueba de ello. Desde que Turquía derribara un avión ruso en la frontera entre dicho país y Siria el 24 de noviembre, Moscú ha estado buscando la manera de vengarse de Ankara económica y políticamente, incluso mediante la adopción de medidas para socavar su papel en la región, incluyendo Asia Central.
Turquía siempre ha mirado con interés hacia Asia Central. Con la caída de la Unión Soviética en la década de 1990, Turquía prestó mucha atención a la construcción de vínculos con los nuevos estados independientes con el objetivo declarado de ayudar a las “repúblicas túrquicas hermanas a convertirse en estados funcionales y estables que pudieran integrarse en el sistema internacional.” Turquía creyó que los lazos lingüísticos, culturales, religiosos, étnicos e históricos comunes conducirían en última instancia a la creación de una comunidad pan-túrquica que lideraría. Sin embargo, después de décadas de dominio soviético, estos estados no querían un nuevo Gran Hermano, por lo tanto, había poco o ningún interés en el tipo de idea pan-túrquica que Ankara estaba vendiendo y, así, el proyecto fracasó.
Hoy en día, mientras el papel de Turquía como actor regional está muy por detrás del de Rusia, China e Irán, Ankara ha construido a pesar de ello buenas relaciones con todos los estados de Asia Central, con la excepción de Uzbekistán. Turquía no sólo ha proporcionado a las repúblicas miles de millones de dólares en asistencia financiera y de inversión, sino que, además, ha desarrollado importantes relaciones económicas y comerciales en toda la región. Los estados de Asia Central, a pesar de rechazar el concepto de región pan-túrquica, han acogido con satisfacción la oportunidad de diversificar aún más sus políticas exteriores y económicas, lo que ha ayudado a reducir la participación regional de Rusia. Por supuesto no todas las relaciones están libres de problemas. Por ejemplo, existe la preocupación de que Turquía pudiera estar actuando como un estado de tránsito para los combatientes extranjeros que viajan a Siria.
Equilibrar los poderes regionales se ha convertido en un arte. Con el auge de China, Rusia podría tener un papel inferior al que una vez tuvo, pero Moscú todavía cuenta con armas significativas que puede utilizar, incluyendo las económicas y las culturales. Mientras que los estados de Asia Central intentaban mantener un perfil bajo tras el derribo del avión ruso, se hicieron solicitudes en la Cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que tuvo lugar en Moscú en diciembre para que Ankara pidiera disculpas a Rusia.
Además, los comentarios de los presidentes de Kazajistán y Kirguistán, que son los dos miembros de la Unión Económica Euroasiática (UEE) liderada por Rusia, parecían subrayar su apoyo a Rusia. En la ceremonia anual de la Unión, el presidente de Kazajistán, Nursultan Nazarbayev, mientras imploraba a Moscú y Ankara que encontraran un terreno común y no destruyeran las buenas relaciones que han construido a lo largo de los años, afirmó también que el avión ruso “no atacó a Turquía… estaba luchando contra terroristas.”
El presidente kirguís, Almazbek Atambayev, más o menos siguiendo la misma línea, ha señalado que “incluso si el avión se extravió en el espacio aéreo turco durante apenas 17 segundos, tal y como afirma Ankara, dispararle con un misil fue un duro golpe para las relaciones que habían desarrollado durante más de 25 años.” Los comentarios de Atambayev fueron particularmente devastadores para Ankara debido a la estrecha relación que éste ha desarrollado con el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan.
Rusia también ha cancelado las negociaciones para una zona de libre comercio entre la UEE y Turquía, al tiempo que Putin anuncia que las negociaciones comenzarían con Irán en lugar de Turquía. Este último también se ha encontrado con problemas como consecuencia de la congelación por parte de Rusia de la expedición de permisos de tránsito para los conductores de camiones turcos. Esto ha interrumpido la exportación de bienes hacia Asia Central y Turquía ha tenido que buscar rutas alternativas, concretamente a través de Azerbaiyán y el Mar Caspio. Mientras que Azerbaiyán está ayudando a Turquía en aspectos como el aumento de la capacidad portuaria, Bakú, a pesar de su retórica “dos estados, un solo pueblo”, ha intentado al mismo tiempo permanecer más o menos en silencio sobre la cuestión del avión derribado.
En última instancia, no creo que la crisis actual vaya a tener un impacto significativo (sobre todo a largo plazo) en las relaciones entre Turquía y los estados de Asia Central, aunque podemos esperar que algunos de los líderes de la región continúen realizando declaraciones que agraden al Kremlin. Las relaciones actuales son mutuamente beneficiosas para Turquía y los estados de Asia Central. Además, después de haber pasado años forjando nuevas relaciones para ayudar a equilibrar la influencia de Rusia y convertirse en estados cada vez más independientes en cuanto a su política exterior, no parece que exista la oportunidad de un gran giro en la situación.
AMANDA PAUL/TZ